Saturday, December 25, 2010

Vacío.

Miro hacia afuera de ésta misma habitación desde donde siempre he mirado hacia afuera desde que comencé a escribir, hace unos 10 años.
Veo que nada ha cambiado del todo.
Comparando el tiempo anterior con la actualidad, no podría decidir si me encuentro mejor o peor a como estaba hace 10 años... al menos, en aquél entonces, tenía conmigo a mi soledad compañera. Ahora siento que ella misma me rehúye.

Me sentía a gusto en su cálida compañía, día tras día, ella siempre junto a mi; me hablaba, me hacía amena su compañía. Recuerdo que pasaba horas enteras contemplando su maravillosidad, ella y yo en mi cuarto, leyendo un libro, esculcando entre las vísceras en busca de sentimientos transmisibles. Estuvo conmigo gran parte de la carrera, siendo siempre mi compañera, en casa estuvo conmigo cada momento... hasta que me obligaron a dejarla.

La evité cuanto más pude, la dejé de lado.
Y ella lentamente fue cediendo, hasta que se marchó.

Me acostumbré al transitar de la gente, a la voz sonora de sus palabras, a la embriaguez de sus reuniones, al calor de su compañía. Rodeada de personas vacías que obligaron a mi mejor amiga a marcharse, a llevar su inspiración a otro lugar.

Pero ahora, las personas se han ido, las embriagantes reuniones han terminado dejando solamente el vacío de su inpresencia. No existe nadie, ni la soledad en quien pueda ya confiar.
Ella está cerca, pero siempre me ignora, ya no me susurra palabras cálidas de esperanza, ya no me muestra la majestuosidad del mundo viviendo con ella.
Ha dado paso al vacío.

Me juega bromas pesadas que me invitan a no dormir, que llenan de veneno mi cabeza siempre punzante, mi dolorido corazón siempre vacío. Y la veo, la veo burlarse de mi, siempre atenta a mis convulsiones nocturnas, cuando lloro y me desgarro sientiendo el frío del vacío, haciendo sordos mis gritos y lamentos, haciendo ciegos mis ojos a la esperanza.

¿Qué puedo sentir? De día miro a mi alrededor y ella está lejos, mis sentimientos se han escapado de mi interior, no hay tristeza, no hay júbilo, no hay amor, no hay esperanza. Sólo puedo ver el vacío, la inmensidad del mundo que ya no alberga nada para mi, que pasa intransigente, que poco le importa lo que yo pueda hacerle, de lo que pueda valerme a través de él. Un mundo que ya no me ofrece nada, nisiquiera tranquilidad, donde puedo observar el amor, la dulzura y la misericordia de los demás pero no para conmigo, donde ya no puedo sentir nada, ni la pasión desbordante al dar un beso, ni la alegría al ver a los pequeños jugar. No anhelo nada, no espero nada, no me interesa nada.
Despierto cada día no con la esperanza de vivir, sino con la esperanza de un cambio que haga mella en mí. La esperanza vaga de recuperar una esperanza.

Mi soledad se fue dejando tras de sí un enorme vacío.

Xkánda.

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